SALVATORE..


Salvatore está verdaderamente conmocionado por haber conocido a su nieto, Brunettino, que además le han puesto el nombre, casualmente, por el que él es nombrado por los partisanos. Ahora va a criarlo como si fuera el hijo al que nunca crío, pues en sus tiempos los hijos eran cosas de las mujeres.

A pesar de los obstáculos que le ponen Andrea y Anunziata, Salvatore hace lo que quiere y según ellas está maleducando al pequeño, pero él no comparte la idea de que el niño con apenas un año tenga que dormir solo, por ejemplo.

Salvatore cada noche va a la habitación del niño a visitarlo, allí simplemente con la mente le cuenta al niño todo lo que se le pasa por la mente, pero es que el niño sonríe como si le entendiera, tienen una conectividad superior.

“¿Qué ocurre, qué se forja, qué cristaliza en esos minutos? El viejo ni lo sabe ni lo piensa, pero lo vive en sus entrañas. Oye las dos respiraciones, la vieja y la nueva: confluyen como ríos, se entrelazan como serpientes enamoradas, susurran como en la brisa dos hojas hermanas. Así lo sintió días atrás, pero ahora un ritual instintivo lo hace sagrado. Acaricia sus amuletos entre el vello de su pecho y recuerda, para explicarse su emoción, el olmo ya seco de la ermita: debe su único verdor a la hiedra que le abraza, pero ella a su vez sólo gracias al viejo tronco logra crecer hacia el sol.”

“La madera y el verdor, la raíz y la sangre, el viejo y el niño avanzan compañeros, como sobre un camino, por ese tiempo que les está uniendo. Ambos hombro con hombro, en extremos opuestos de la vida, mientras la luna se mueve acariciándoles, entre el remoto girar de las estrellas.”

Salvatore tiene tanta pasión por Brunettino que deja cualquier cosa por él, en cuanto lo ve llorar va hacia el dejando todo atrás, sin pensar en las consecuencias; que su nieto este bien es lo más importante de su vida.

La tradición de Salvatore le dice que quien trae regalos son los difuntos en el día de los difuntos y no los Reyes Magos o Papá Noel, puesto que los difuntos sí han existido de verdad y los Reyes Magos y Papá Noel no; para variar, Anunziata se lo recrimina.

Salvatore no atina a poner los botones del pelele del niño, puesto que es un poco anticuado, a pesar de intentarlo y hacerse el “chulo” con la asistenta. Después practicará para poder defenderse y cuidar un poco mejor a su mayor ilusión.

Entre tanto, es de destacar que Salvatore no tiene las mismas costumbres que las personas de Milán, pues a pesar de ser una persona mayor que ve las cosas desde un punto de vista de hace más años, viene de un pueblo pequeño con apenas evolución y ello trae como consecuencia una queja constante hacia los milaneses. Cita textualmente en sus pensamientos: “¡Como visten hoy las mujeres, mamma mía!”. También va a un museo y se enfada por la ausencia de obras etruscas.

Salvatore se afeita a diario para que Brunettino le pueda dar besos y no se queje de que pincha, besos que le da a escondidas. También cada vez fuma menos hasta que deja de fumar por él, para que no le sea perjudicial el humo al niño y así además poder estar más tiempo con él.

La Rusca es la enfermedad que tiene Salvatore, se trata de un cáncer de colon, pero él la llama así por una coneja que tuvo. Cuando le duele él dice que la Rusca se le remueve. Cada vez va empeorando más y más; a pesar de hacerse el fuerte ante la gente que le quiere, cuando está solo lo pasa mal y sufre por los dolores que el cáncer le provoca. Es una enfermedad muy dura a la que mucho se enfrentan hoy en día, muchas veces las personas no se salvan y acaban siendo derrotadas por la enfermedad, es muy triste porque la mayoría de las personas jóvenes que mueren hoy en día es a causa de esta triste enfermedad que el día menos pensado te diagnostican y quizá te queden meses de vida…

Salvatore hace una comparación de la falda de vuelo de Simonetta (hermana de Anunziata) y la falda de vuelo de las mujeres de Roccasera que llevaban las mujeres cuando él era joven: rojas las casadas; negras las viudas; y marrón las solteras; todas con una cenefa de otro color.

Está claro que Salvatore haría lo que fuera por su nieto, incluso dejarlo solo para perseguir a quien le ha dañado con un salpicón de agua un día de lluvia, menos mal que aún queda gente honrada como Hortensia que cuidó del niño mientras Salvatore intentaba perseguir al tipo que se dio a la fuga, encima era del sur. A partir de este momento una bonita relación comenzaba…

Cabe a destacar la aparición de las migas, típicas del pueblo del viejo, que parece ser que son como las migas de pastor que tenemos en la zona, vaya casualidad, aunque no es tan de extrañar porque tanto en castilla la mancha como en el sur de Italia se trata de zonas rurales y dedicadas al ganado principalmente en la época en la que transcurre el libro

Salvatore y Renato han retomado esa distanciada relación paternal que tenían gracias a la cena que ha preparado el viejo para celebrar la agonía del Cantanotte; ambos se han puesto a pensar individualmente de buenos recuerdos y al irse a dormir se han abrazado con melancolía y mucho cariño. La casa está compuesta esa noche por el árbol Roncone, raíz tronco y flor.

Símbolo de machismo: al viejo le irrita que las mujeres lleven pantalones, menos cuando se trata de Simonetta.

El viejo entra a casa de Hortensia a causa de la lluvia y se sorprende positivamente al entrar por el ambiente del sur de Italia que hay en la casa, además Hortensia le trata mejor que si fuera su marido y ambos pasan un día estupendo, pero después el sueño puede con el viejo y se duerme en el maravilloso sillón de la señora Hortensia.

Salvatore pone un pesebre cuando llega la Navidad para que lo vea Brunettino, pero Andrea pone un árbol de Navidad con luces y eso al niño le llama más la atención; Salvatore se siente defraudado. Gracias a Maddalena que siempre tiene soluciones para todo, el viejo le compra a Brunettino una pandereta, con la que “derrota” a Andrea y consigue que el niño de de lado al árbol y las luces.

Salvatore y hortensia van a comprar las botitas del niño que le regalará Salvatore por Navidad, son más caras de lo que esperaba y hortensia tiene que dejarle dinero, pues él se ha quedado completamente sin dinero y hasta que no le mande el yerno no tiene nada, porque en casa de su hijo le da vergüenza pedir.

Día de reyes: Andrea ha regalado al viejo unos guantes y éste piensa que eso no es para hombres de verdad, sino para milaneses y personas que no hacen nada en esta vida. Una vez abiertos le dice a Andrea que le gustan, pero desgraciadamente no le caben y son la talla más grande. Hortensia le regala al viejo una bufanda de tela inglesa, pensaba regalarle unos guantes pero menos mal que recordó sus manos y no se los regaló. Cuando el viejo llega a casa entrega las botitas a Brunettino y todos quedan sorprendidos y entusiasmados del buen gusto y el detalle, menos Brunettino que al principio se resiste aponérselas pero una vez con ellas se siente tan bien que se pone muy contento. El viejo lo coge igual que San Cristóbal cogía al niño en la iglesia y dice a Renato que le haga una foto, le dará una copia a Hortensia.

Una noche Brunettino también se escapa pero en vez de ir a la habitación de los padres va a la del viejo y él se conmociona, es un luminoso angelito abriendo sus brazos como alas en la noche. Andrea se da cuenta y va como el pastor al milano y se apodera del niño; regaña al abuelo por lo ocurrido y lleva al niño a la alcobita, acto seguido cierra con pestillo la alcobita del Brunettino; éste se pone a gritar y a llorar como una lucha pero los padres no responden y lo dejan ahí solo; cuando para de llorar el viejo va a visitarle a escondidas.

Noches después Brunettino se despierta pero antes de que llegue a la puerta cerrada y se ponga a llorar el viejo consigue llegar a su habitación sin hacer ni un ruido, pero poco después Andrea se despierta y nota movimientos y va a visitar al niño mientras el viejo se esconde debajo del cambiador del niño, le besa y le arropa bien y se marcha, sale de nuevo el viejo y cuenta al niño una de sus historias. Al final le dice que su suerte la tendrá él, que se le dejará en una bolsita en su tiempo pero que ahora Brunettino es quien revivirá la suerte del viejo, que se le anima con él el corazón, resucitan los recuerdos, le arden las ansias y las ganas… es el cariño, le dice; que no hay palabras para describirlo.

Salvatore va al médico. Le hacen la revisión de siempre y mientras el médico al que tanto odiaba le habla de un amigo suyo que fue a la guerra con el viejo, ambos hablan sobre él y se hacen amigos, al final de la consulta el médico le confiesa que él también padece la enfermedad y el viejo siente mucha tristeza, pues el médico es muy joven. Después el médico tras hacerle unas preguntas le da uno 9 – 10 meses de vida y el viejo se alegra mucho porque va a poder pasar el verano con su nieto y enseñarle todo lo que tienen en su pueblo, además de enseñarle a decir nonno o nonnu

El viejo recibe una llamada de Rosetta que le informa de la muerte de su enemigo. Su reacción es diferente a la que todos se esperaban pero él aun así está concento, pero siente que le falta algo y está todo el día en su cama con la manta (a la que identifica con el pueblo) y la luz apagada. Al llegar la noche como cada día el viejo va a visitar a Brunettino y le cuenta lo ocurrido con el enemigo y que él en principio quería ir al pueblo en cuanto muriese, pero ya le da igual porque solo le importa estar con él, pues Brunettino es quien le da fuerzas para seguir adelante, ambos se dan fuerza mutuamente en esta guerra de la vida.

Salvatore va a contar a hortensia la última hazaña de Brunettino: en la plaza un perro pequeño empezó a ladrar y en vez de asustarse o llorar le plantó cara y dio una patada a tierra y el perro corrió a refugiarse bajo su dueña. Hortensia nota raro al viejo y le pregunta qué la pasa, éste le confiesa que la Rusca está bajando hacia abajo y eso le impide su hombría, a pesar del momento incómodo siguen hablando y el viejo le cuenta que están discutiendo los hijos del Cantanotte por la herencia.

El viejo como cada noche está en la habitación del niño y le dice “¡no!” y el niño repite, el viejo queda muy orgulloso y satisfecho de que la primera palabra del niño sea esa y a él. El viejo continúa hablando con el niño hasta que llega el hijo (Renato) y se vuelve raro a la habitación y extrañado de que su hijo no le regañe por estar con el niño, cuando el hijo se va vuelve a la habitación con el nieto.

Han ido a visitar al doctor y Andrea se queja de que el viejo se portó mal, le han dicho que le queda poco y que ya no hay posibilidad de operación, aunque el viejo eso no lo sabe, Andrea se pone a criticar al viejo con Renato y de repente se da cuenta que le está haciendo daño y para, ambos se ponen muy tristes y se abrazan como consuelo

El médico manda reposo a Salvatore, pero éste solo lo mantiene por el día y por la noche no pierde la costumbre de ir a visitar a Brunettino, no puede dejar la guardia que ambos mantienen.

Salvatore y Hortensia deciden que se van a casar a raíz de que se conozcan los Renato y Andrea con Hortensia; hacen planes para el verano, pues una vez ya muerto el Cantanotte ya puede Salvatore ir al pueblo y deciden ir los tres a pasar un magnífico verano, ya nada le faltará por hacer a Salvatore.

Esta vez el Brunettino quien va a visitar al viejo, pues ya le dejan la puerta abierta al niño por las noches porque Andrea se ha rendido. El viejo le cuenta una vez más lo que harán este verano, también le cuenta que se llevará a Hortensia, que es la mejor mujer que nunca ha conocido y hará funciones de su abuela y le enseñará todas las cosas que una mujer debe enseñar a un hombre para que ese hombre sea hombre de verdad. Como al niño ya no le cierran la puerta por las noches, el viejo ha decidido operarse para deshacerse a la Rusca y así poder ir más tranquilo este verano al pueblo, pero él no sabe que ya no tiene solución y no se puede operar…

Van a un museo y después a la iglesia donde está San Cristóbal. Después van a casa de Hortensia donde hacen la comida y piensan cosas de la boda. Cuando terminan de comer, él la besa y ella le dice que se vaya a dormir un rato la siesta. Él le ordena que venga y vayan juntos a la cama, pero ambos se advierten que ya no son jóvenes y que no podrá pasar nada; ambos están deseosos el uno del otro pero no pueden hacer nada, Hortensia dice al viejo que no pida más a la vida para que no se rompa.

El niño va a visitar al viejo, que esta noche le ha fallado, se despierta muy fatigado, con una sensación diferente a lo normal. El viejo imagina que están llegando a Roccasera y que va con Brunettino en su Lambrino. De repente le da un dolor en el corazón y poco a poco se va apagando… pero el niño siente su presencia y consigue decir nonno varias veces, el viejo no puede verlo pero si oírlo y sonríe. La sonrisa Etrusca.

A continuación aparecen algunos fragmentos que  lo demuestran:

<<¿Lo ves Brunettino? Te lo prometí y estoy de centinela. Duerme, bendito mío; disfruta de tu paz. También los corderillos asustados se calman así, abrazándoles y hablándoles […] Nunca más estarás solo, Brunettino mío; todas mis noches son tuyas. Tengo mucho que contarte, todo lo que te conviene saber; lo que tardé yo en aprender…>>

<<Pensé en marcharme, te lo reconozco, pero ahora me quedo. Ya no me importa volver allá metido en una caja; ya no está el cabrón para verlo…No me cuesta trabajo quedarme, tú eres mi Roccasera […] Mira ahora de verdad, niño mío, es que me quedo porque te necesito. Ahora sin ti me derrumbaría... […] Le ganará el viejo Bruno con su compañero partisiano: tú, Brunettino mío…>>

<<Tú también, Rusca? ¿Estás oyéndome? Seguro que no comprendes. Brunettino tampoco, claro>>


<<Por eso, ¡quiéreme! Tú aún no lo sabes, pero te queda poco tiempo de abuelo. Hasta la castañada todo lo más; la Rusca me da unas dentelladas! Es otro “cortaombligos”. […] Hacer feliz es bonito…Aprende también a eso, empieza ya, dime pronto que me quieres. A ver cuando me llamas nonno; es más fácil que papá y mamá. […] ¡El día que te lo oiga me darás la vida!, ¿oyes? ¡Me darás la vida!>>

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